lunes, 18 de mayo de 2015

Fondo de armario

Y qué quieres que haga si llevo el arte del desastre allí donde me encuentre. Zurzo la debacle hilvanándola con restos de tinta, inagotable; que nunca seca porque más que tinta es sangre. Dejo al caos acomodarse en noches tan frías como unos ojos que ya no creen en el amor. Entonces espero. Por nuestro bien; o por el mío al menos. Le doy permiso al sonido que sucede a los latidos del corazón; que continúe con su melodía de silencios al compás de los sueños perdidos. Eléctrico arranco a intentar rozar con los dedos algo que hoy en día parece ficción y que debe serlo; pues la curva de mi escritorio alberga más intentos fallidos de un nosotros, que muescas del bolígrafo en su corteza macerada con la voz del desengaño. En la pared queda sólo ese corazón que dibujaste; pues me llevé todas las fotos y las eché al fuego junto al resto de esperanzas y un último ápice de cordura que no me supiste arrancar a besos. Quizá no fui el único imperfecto. Desolado caballero que infeliz cabalga por los páramos de la meseta de su interior; no encontrará refugio en esas tierras devastadas por el capricho de una naturaleza egoísta que una vez quiso creer en imposibles. Mañana, tristemente, el caballero deberá volver a enfundarse su armadura y partir sin diligencia a otra batalla, la de la vida. Si antes no terminas de arrancármela.

Otra noche más que gasto tiempo para escribirte. Cada día me aguanto menos.
Nadir.

sábado, 2 de mayo de 2015

22

Cuando se apaga la luz y te vas, o te vas y se apaga la luz. No sé muy bien como funciona.
Y me pierdo entre la niebla. Y me rescatas.
Con esas cuerdas, que a veces te guardas. Y en las que a veces te encierras. Porque para qué enseñarle al mundo nada. 

Cuando estás al borde, y oteas. Y te dejas ver a través del cristal. Y me permites conocer. Que eres capaz de hacer tangible el tiempo. De llorar por dentro. Y de cabalgar el mar. 
Porque en tu soledad eres aire. Y en compañía huracán. 
Y diez mil millones de maneras de enfocar. 

Cuando la realidad se impone. Y parece que te posas. 
Porque volar es cansado incluso ahora. Alma que aguarda espera próxima.
Y columpiarme en tus ramas. Y, a tu lado, un amanecer de plata. 

Cuando parece que lo tienes. Y desaparece. 
Lo devuelves con doble intensidad. 
Y me dejas brindar con tus paredes. Y me acurrucas con canciones. 
Entre sonrisas. Y que esos ojos sean mi cuna. 

Y, cuando llueve. Llueves.
Y, cuando brilla. Brillas. 
Y, cuando voy. Vienes.
Y te digo que me esperes, en tu canción favorita. Que ahora es la mía. Porque allí te encuentro siempre.