Cuando se apaga la luz y te vas, o te vas y se apaga la luz. No sé muy bien como funciona.
Y me pierdo entre la niebla. Y me rescatas.
Con esas cuerdas, que a veces te guardas. Y en las que a veces te encierras. Porque para qué enseñarle al mundo nada.
Cuando estás al borde, y oteas. Y te dejas ver a través del cristal. Y me permites conocer. Que eres capaz de hacer tangible el tiempo. De llorar por dentro. Y de cabalgar el mar.
Porque en tu soledad eres aire. Y en compañía huracán.
Y diez mil millones de maneras de enfocar.
Cuando la realidad se impone. Y parece que te posas.
Porque volar es cansado incluso ahora. Alma que aguarda espera próxima.
Y columpiarme en tus ramas. Y, a tu lado, un amanecer de plata.
Cuando parece que lo tienes. Y desaparece.
Lo devuelves con doble intensidad.
Y me dejas brindar con tus paredes. Y me acurrucas con canciones.
Entre sonrisas. Y que esos ojos sean mi cuna.
Y, cuando llueve. Llueves.
Y, cuando brilla. Brillas.
Y, cuando voy. Vienes.
Y te digo que me esperes, en tu canción favorita. Que ahora es la mía. Porque allí te encuentro siempre.
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