lunes, 28 de diciembre de 2015

bélica

Anochecíamos entre ramitas de sándalo y voces apagadas. Se oscurecían mis pasos en tu alfeizar. Se callaban tus ojos en los míos. Tus palmas en las mías. Vibraba el suelo pero no escuchabas. Ni sentías. Otorgando esa textura salina a tu andar.
Una larga avenida despejada se llenó de osadía. Irónico. Porque tu mitad era cobarde y la otra, la mía, esquiva.

- La de cosas que nos ocurren por confundir la libertad con alegría -

Cada vez que abríamos la caja, cada vez que mordíamos el día. Dos, tres, y hasta diez conté al pasar, dándome cuenta de que me inspeccionabais perdidas. Tú y tu mirada. Y yo volvía, ansiando despertar entre sudores fríos y observar brillo en tu iris. Demasiada adrenalina que sobrellevar y demasiadas horas que rasgaste en mi escritorio. Después arrugabas todo y volvías a empezar. Entonces cayeron árboles, destrozaste bestias; reduciste todo a escombros; bélica. Y yo entre histeria y circo, escuchaba esa sinfonía que sollozabas, que me imploraba paciencia, que me enseñaba amargamente a recordar. No podía ser tan difícil ser tú, incluso yo lo era más. No podía ser tan difícil ser yo, incluso tú lo eras más.
El resultado fue catástrofe. Un abanico de sinergias destructivas. Porque cuanto más devastadora, más te acercabas. Y cuando yo me inmolaba, me agarrabas de la mano. Entonces sonreías. Y yo te esquivaba la mirada. Porque mi mitad era cobarde y la otra, la tuya, era mentira.

lunes, 14 de diciembre de 2015

Mono

Parte de todo es acostarnos solos. Sobrios. Mediando entre la lejanía y la letanía. Esperando volver y volver a cruzarnos. Porque aunque nos fuimos seguimos estando. Sin embargo, pecamos diciendo incoherencias, mientras nuestro despertar se encierra en esa arruga que te sale cuando empiezas a soñar; comenzando en verso y acabando en besos de esquimal. Somos trueno y maremoto, un pestañeo de ausencia; una madrugada incierta; conocimiento prematuro; anticipación; valor; temple. Somos liricistas, jugadores, perdidos en tabernas. Ni una, ni dos, ni cien barreras. Porque lo inefable lo es por naturaleza. Así partíamos de cero, pensando: una sonrisa que equipara esperanzas y una lágrima que la guarda; en este baile de espadas, en este tango de rabia; hoy somos, más que nunca, pura pasión reencontrada

Me parece que fue ayer cuando recordaba, que me vestía con las luces de tu estrella; mientras, aparecías en mi cabeza arrancando las hojas de mi cuaderno de bitácora y escribías, en las que restaban, tu canción favorita; que también era la mía cuando tú la cantabas. Por eso, yo me veía implacable, dibujando en tu espalda, mi nombre con los dedos; me veía sonriendo en tu mundo de atrezzo. Y decorando, el tiempo, sentados en aquel estrecho bulevar.

Llenas de un color iridiscente todo el enigma que eres. Al danzar, al entregarte siempre. Y  yo vivo en un damero bicolor. ¿Para qué tiznar la soledad despreocupada? Si, ella, en blanco y negro, vive mejor. Sólo puedo darte silencio y hoy te imploro: rómpelo. 

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Ello

Vemos, vencidos, vencernos al tiempo y como menguamos montándonos modestos monólogos modernos Si la espera supera lo superfluo y desespera, y valoramos la vida en un puño quedando prendados de ello. Que si idas y venidas, que si viajes, que si valor. Morir dejando de lado los lloros regando los lirios de una noche estriada. Acordarnos, acobardados, acotando arcos arcaicos de circos laxos; y de morales que se los llevaron. Sí, soy culpable, entonces, de quedarme encerrado, impaciente, aguardando ver salir el sol. Porque jugando juntos ajustamos cuentas y yo preferí quedarme embobado con tu olor a jazmín.

Celosía, defendida por rosas, herida por sus espinas. Deja de gritarme ahogada. Larga timidez exasperada. Sabías a lo que venías. Conocías el doble filo de tus mantras.
Mientras tanto, la cólera agita el sonido, al verlo caer, junto a los copos de invierno. La orilla se ensancha, la marea baja. Y los gatos toman sitio en las ventanas.


"apuesta por el amor, amor, amor, amor, amor, porque la vida sin amor, no es nada." 

Gracias, Faraona.