sábado, 20 de enero de 2018

Makandé

Si la palabra se marchó, quedó alegoría. Triste renacer de cuento. beber de la fuente crisol; romper en gozo. Efímera tempestad, amalgama de retales. Relente. Calentón. Deshinibidos párpados. Restos de; detuvímonos pues. Lloro rojo. Casi como caigo. Casi comprobando el cristal roto de las noches más bohemias. Como una chasca, prendida entre escombros. O como el alma. Bella y sola. Brillaba la luna y tú detrás; pensaba ella. Cuando llevabas varios cuerpos de ventaja. Brillaba ella, reía yo, celebrábamos ambos, caíamos los dos. Palidecer el ego, eco de aqueste efímero encuentro. Locos solitarios, loto aguado, rosas flores en prados. Danzaron pétalos al son de sueños olvidados. Nimiedad de excesos, verbo añil. Parecíamos coyotes auyando al destino y, si no, sino determinado. Vivimos juntos, morimos solos o mal acompañados. Realidad superó ficción; dicción de Rey, función terminó. Imagínate el resto si puedes. Más, menos. Defensa contra ataque. Juego, partido y set. Y sed, de vernos. De que pongas orden a todo esto. 

sábado, 13 de enero de 2018

Lagoa

Tiré la piedra a la laguna Estigia y me salió rana. Y, joder, menudo olor a jazmín. Si de Érebo fui paladín y tú llenaste, amor, todo de retales caidos del carro de Efebo. Si titánide eras en vida, quedaste en recuerdo al morir. Como tú querías. Indelebles vientos y un caracter destructor. Si peleabas, haciendo sombra a la más imponente deidad. Y amanecías despeinada. Enredada entre zarzas. Y, aun así, todos los ojos se fijaban en ti. Comprometiste a Cronos. Proyectabas tu sonrisa hacia ultramar. Y, dime tú, qué ocurría, entonces, con todas esas naves que nunca volvían. Si eras ardiente ardid, indómita hechicera de cuento de hada. Si eras morada, dicha, gracia, carmín. Volteabas el mundo con tu paso firme. Tus ideales fueron tu espada. Bélica sed de esperanza corría por tus venas de cristal. No hubo rival, ni quinto malo. Rompiste baremos enfrentando fuego con fuego. Porque tú lo decías. El que a hierro mata, muere a hierro. Y porque yo te creía. Los caprichos nunca son eternos.