martes, 21 de febrero de 2017

Verbo

Te propuse mil inviernos más y aún hoy me da miedo mirarte a los ojos. El desafío nunca fue una opción. Si nuestras batallas preferidas son luchas de verbo y cristal que nos separan. Si nuestra exactitud exagerada es tan hilarante como el mismo abismo que conforma.
Lóbrega necesidad de que me cubras de tinta, que me escribas encima los libros que una y otra vez devoras. A merced del equilibrio que depara un destino tan opuesto, tan similar. Si las ondas que forman tus pasos me tocan, si las hondas que sujetan mis manos se cortan dejándolas recorrerte en espiral. 
Si tantas manías y obras, si tantos recovecos consigo explorar. Dime por qué necesito, a estas alturas, un pretexto, un cielo, un mar. Por qué viajar por tus cuencas, por qué descenderte a tal velocidad. Pudiendo hacer noche aferrado a tus heridas. Y curarlas a base de cuentos de magos y heroínas. 
Conozco hasta la última nota que exhalas. El recorrido de tu voz cuando lloras de rabia. Si mis gestos se ocultan cuando bailas alrededor de mi son. Y mi son son, últimamente, únicamente tus circunstancias. 
Desembocamos en historias separadas, acorralados. Siendo protagonistas en ambas. Como iba a imaginar yo que acabarían cruzadas. Como imaginar ser enemigo de lo que guardaba. Corazón que late, destellos del alma. Si somos juntos sinergia y separados nada. Aunque yo no te lo recuerde cada mañana. No era la ciudad de la luz, pero, igualmente, brillabas. 

domingo, 12 de febrero de 2017

Ralentí

No caerán las hojas al mar, arrastradas por la ventolera. Espacio raro, respuestas baldías. Acontecían tus manos, definición de antaño, luz de hogar. Anochecíamos en 'sol', amanecíamos en 'fa'. Pan y circo a nuestras murallas. Vencidas. Pues derruíamos camino al andar. Estimábamos felicidad a cuenta gotas y acotábamos coraza sin querer. Después de desprendernos, en la niebla, de toda aquella trapería. Después de no entendernos, todavía. Convertimos arena en sal. Divina comedia en amarga soledad. Dante se reía al vernos pasar. Yo murmuraba entre cientos de vías, sin embargo, me callaba mientras te observaba andar. Huesos de plata, profecía. Abominable inapetencia visceral. Calibrabamos la paz en tiempos de guerra. Peleábamos hasta la extenuación. Tú tan de sentarte a mirarme dormir. Y yo tan de soñar con los dos.
La crónica fue del vencedor. Que ni tú ni yo. Que la cacería. Que ver como, de verdad, creías. Que si aquella luna nos envolvía a los dos. Desolación, Doble color. Aguardaba explicaciones. Te subiste al columpio. Y yo sin creerme Aomame. Nos perdimos en aquel puente. Esperando que las luces nos sacaran. Guiados por tus ojos esmeralda y mis manos vacías. Que llenabas con tu vaho cuando marchabas. 
Hasta Hamlet se vistió de negro. Cuando le hizo dudar la cortina. Cuando los gritos llegaban desde las montañas. Cuando la voz de la rabia asomaba. Querido enemigo, dije con voz melancólica: verdes llamas ahora, futuro distendido. Y lo cumplió el cabrón. Nos separó del todo. 
Desde entonces no hay verano sin nieve ni océano sin lágrimas. Regocijémonos entre bebida inocua. Fotografías entre páginas, paz y guerra a la par. Bendita inocencia que traías. Gracias, querida, por enseñarme a amar.