La crónica fue del vencedor. Que ni tú ni yo. Que la cacería. Que ver como, de verdad, creías. Que si aquella luna nos envolvía a los dos. Desolación, Doble color. Aguardaba explicaciones. Te subiste al columpio. Y yo sin creerme Aomame. Nos perdimos en aquel puente. Esperando que las luces nos sacaran. Guiados por tus ojos esmeralda y mis manos vacías. Que llenabas con tu vaho cuando marchabas.
Hasta Hamlet se vistió de negro. Cuando le hizo dudar la cortina. Cuando los gritos llegaban desde las montañas. Cuando la voz de la rabia asomaba. Querido enemigo, dije con voz melancólica: verdes llamas ahora, futuro distendido. Y lo cumplió el cabrón. Nos separó del todo.
Desde entonces no hay verano sin nieve ni océano sin lágrimas. Regocijémonos entre bebida inocua. Fotografías entre páginas, paz y guerra a la par. Bendita inocencia que traías. Gracias, querida, por enseñarme a amar.
Las lágrimas forman parte de la vida.
ResponderEliminarMe encanto tu texto, especialmente, cuando dices que aquella luna OS envolvía a los dos .
Un beso.