sábado, 25 de noviembre de 2017

Apátrida

Viniste, fuiste senda. Creíamos que tu camino impulsaba letras. Nimiedad. Perdidos, reencontrados en naves de sal y arena. Buques olvidaban su pétalo al son de la ira del dios de la mar. Poseías el don de bramar al cielo soluciones. Regueros de odio esperanzador, vacío lodazal, luz de faros mal descritos. Aunque la oscuridad siempre fue nuestra debilidad. 
Asumí ser quien descartaba, quien podaba, a ciegas, tu planta de indecisión, poblada de espinas, consentida, sangre vertida en tu honor. Apátrida visión. Volcábamos supuesta celosía medieval. Y nuestra estructura resumida en viejas obras de teatro. 
Desesperanzados, ubicando instantes en fotografías. Ubicando imágenes en cuentos. Ruinas, sueño, jazmin. Olor a momento. Un sincero detener y un sincero ‘lo siento, no volveremos a vermos’.
La realidad se evaporaba mientras nosotros pedíamos más. Y, aunque el sueño terminaba, aunque los pasos fuesen de cristal. Aunque nuestro sino fuera la distancia. Aunque verte siempre atraía color. Tu frialdad me pedía, y yo obedecía. Dime por qué nos queremos, sin ser alegría. Si la tristeza es motor. Nosotros ancla. Rugido animal. Leyenda. Fantasía. No somos porque nunca fuimos. Y yo, nunca te escogí conscientemente, ni mucho menos a mí. 
Desvergonzados niños malos. Reyes de largo.
Obscuro retazo de olvido. 
Vivimos sin ser, y, por no ser, nos despedimos. 

miércoles, 1 de noviembre de 2017

Pause

Todo fue tan rápido. Recien visto. Agónico desenfreno encontrado. Vi más, sentí más, lloré más por lo nuestro. Lo enfoqué peor, lo siento. Pudiste y supiste hallar aquello que yo dejé pasar. Un rincón perfecto entre manías. Robabas la gracia y la alegría. Yo naufragaba. Tú te perdías. Y nos esquivamos entre edificios construidos con esperanza. Hace tiempo que dejé de contar las sílabas de los versos que forman nuestra historia. Quizá murieron con ella. Quizá ni fueron. Quizá ni importan. Qué dirían aquellos que osaban narrar. Que remaban con frases en sus canoas de prosa caduca. Ahogadas penas en mares de sal, de cristales. De brillos iridiscentes en forma animal. Aunque nos reencontraremos, seguro. Pues mi puerta reclama tu voz. Mis manos perdidas en Do mayor. Y mis ojos cuando estallan si no ven los tuyos. Me pesa y te entierro, con esto. Y me entierro a mi con ello. Con lo nuestro. Con lo que fuimos para mí. Y con lo que para ti se quedó en terreno sin pisar.

“Tal vez aun soy un niño que ve el mundo desde una rendija endeble”