sábado, 13 de enero de 2018

Lagoa

Tiré la piedra a la laguna Estigia y me salió rana. Y, joder, menudo olor a jazmín. Si de Érebo fui paladín y tú llenaste, amor, todo de retales caidos del carro de Efebo. Si titánide eras en vida, quedaste en recuerdo al morir. Como tú querías. Indelebles vientos y un caracter destructor. Si peleabas, haciendo sombra a la más imponente deidad. Y amanecías despeinada. Enredada entre zarzas. Y, aun así, todos los ojos se fijaban en ti. Comprometiste a Cronos. Proyectabas tu sonrisa hacia ultramar. Y, dime tú, qué ocurría, entonces, con todas esas naves que nunca volvían. Si eras ardiente ardid, indómita hechicera de cuento de hada. Si eras morada, dicha, gracia, carmín. Volteabas el mundo con tu paso firme. Tus ideales fueron tu espada. Bélica sed de esperanza corría por tus venas de cristal. No hubo rival, ni quinto malo. Rompiste baremos enfrentando fuego con fuego. Porque tú lo decías. El que a hierro mata, muere a hierro. Y porque yo te creía. Los caprichos nunca son eternos. 

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