viernes, 1 de abril de 2016

respirar

No sonará reticente, ni indiscreto. Aquel carro del que tiró Efebo saliendo de su prisión. Tampoco mordaz, ni inquieto. Locos amordazados chillando los dos. Hecha la palabra mujer, te pronuncié y me vertí entre sueños. Corría el Duero y yo flotaba entre unos y otros pensamientos. El tigre nada, a diferencia de los otros gatos. El perro, por otro lado, acata. Y yo me enervo. De tanto bailar entre espadas. A lo mejor nuestra baza fue no hablarnos. Y perdernos entre la gente después de mirarnos. La longitud de tus estados, o de los míos. Gentío, tus ojos en mí. Un adiós inesperado. Nunca fue tan dulce ni escoció tanto, el ver como tu aroma impregnaba mis párpados. Laberinto desubicado. Un desorden ordenado. Una canción que derrotó mi ánimo. Sonaba en un campo de ábacos, para ayudar a contarnos. Basta que los cielos fueran límite para que me pidieras bajártelos. Vasta brisa huyendo de mis manos. No considero el tiempo un hallazgo, pero sí miento si pienso dejártelo. Ubico la esencia en caminos que se parten en el mismo lugar, porque, a diferencia de mi mismo, me lleva todo a escapar. Las tardes se deshacen en mi pulgar y purgas mi yo con sólo una frase: tú, mi hogar. Ocurre que todo se para, que somos hadas danzando a la par. Reticentes a la sobriedad porque juntos somos paz. Estado y guardia. Obligación moral. Te vi llegar y no pude impedir el huracán. Los vientos trajeron serenidad; tu, por otro lado, eres orgullo entristecido porque mis manos no son tuyas. Perdiste más de lo que di, porque me di a mí después de darme a ti. Y perdí más de lo que quise porque quise que tú estuvieras aquí. La localización fue incompleta. Los cimientos se hicieron madera. Carcomida la espera. Un tiempo que agotamos en la acera. Cuando tu te cruzas conmigo. Yo me cruzo contigo. Y no me besas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario