miércoles, 11 de julio de 2018

Jerico

Todavía recuerdo el día que me dijiste: quiéreme tú que, si nos queremos los dos, nos destruimos seguro. Lo recuerdo como si hubiese sido ayer; como si al cerrar los ojos sintiera el tacto de tu pelo; como si al imaginar tu cuerpo masticara tu olor. Recuerdo el sonido de tus pasos caminando por cada centímetro de mi cuarto, el sonido de tus dedos recorriendo mi torso de marfil. Recuerdo el tañir de tus pestañas cuando me mirabas... Ay, cuando me mirabas. Si pudiera ser dibujado tu reflejo en mi cabeza, los dioses reirían. Ay, si se pudiera estar roto de amor. Lejos de la sinceridad que otorgabas, rezumabas incierta seguridad. Pero valiente volvías, una noche, y otra, y otra, a guardar sueños, a defenderme de mis pesadillas., Vivíamos por dos, lóbrego recuerdo vestido de oniria. Insomnes de verbo, de oido, de júbilo. Festejábamos cada vez que la luna salía. Guerras de tigres y lobos desembocaban en mar. Dentelladas de oxígeno cada vez que respiraba tu aroma en mi cama. Queríamos ser más, quisimos ser más. Deseamos ser, estar y, al final, nada. 

Partimos de un deseo fugaz de escondernos. Lavamos tristes sentimientos y los pusimos a secar, sabiendo que lo nuestro era imposible, sabiendo que todo barco llega a puerto, que todo lo que sube acaba cayendo. La paridad hecha nexo. Buscábamos aullarnos; la cima del reino animal. Nos revolcábamos en el fango de la inseguridad; quedaron sollozos, quedaron marcos rotos, quedaron besos por dar. 

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