miércoles, 19 de abril de 2017

Primera Diáspora - Renacimiento

Voluminosas montañas se ceñían rodeando tu desvergonzada dejadez. Obscura misantropía vestida de paciencia infinita. Trémulo ser sería y, a la par, tu carácter de hielo.
Tropezaba en los eternos silencios de tu estar. Tu aura absorbía el ambiente. Y yo, continuamente, interrumpiendo mi viaje entre dragones y unicornios.
La imaginación se desbordaba en mí. Aun calzado, sentía la mar bañar mis pies, mecer mis ideas, ahogar la agonía que repartías sin querer.
El viento pasó de ser canal a verdugo. Atrayendo tu esencia. Combustible para el ferry de miedos que navegaba en busca del Urca de Lima de tus brazos.
Aunque ni toda la ingeniería naval habría fabricado quilla que resistiera tus bandazos, yo me proclamaba capitán - a sabiendas de que Joseph Conrad escribió el final de nuestra historia -.
Teñí las velas con el color de tu pelo. Mi bandera eran tus ojos. El timón, sin embargo, tus labios. Esos que nunca pronuncianban mi nombre.
Caminar espontáneo. Dulces hábitos. Pasión colosal. Nitroglicerina yo y tú ascuas. Reflejos de fuego. Ardiente mantra. Palpitas peligroso azar.

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