lunes, 24 de abril de 2017

Segunda Diáspora - Florecer

El equilibrio se quebraba con cada pisada que dábamos. Despreocupados. Mis gafas de sol quemadas ocultaban mi mirada de los rayos. Mi verdad de tus ojos. Pero eso tú no lo sabías. Siempre he defendido la celotipia cuando se trataba de pasear contigo. Aunque aquello solo fuese un recado para ti, para mí era enredarme, empaparme en tus ideas, intentar entender por qué los opuestos se atraen. Pero eso tú tampoco lo sabías. Recuerdo cada una de las palmeras que rebasamos, a cada una de las personas que saludamos sin conocer – qué cosas más raras suceden lejos de casa –, cada perro que nos ladraba, tal vez, porque no entendía, tal vez porque no te conocía, como a mí me pasaba. Recuerdo cada silencio, cada nota de esa canción que cantabas. Que sería mi nueva favorita. Te recuerdo esperando a la sombra, en la arena. Como las olas se acercaban a verte y retrocedían intimidadas. Recuerdo las nubes malva, descalzarme, enterrar los pies y fundirme en la tierra que tentabas con los dedos. Recuerdo, también, pisar tus huellas al volver y apartar vista la luz que tu pelo reflejaba. Jamás pensé que le harías competencia a un amanecer. Pero eso tú, no lo sabías. Pero eso yo, no te lo contaba. 

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